Sin duda, a las mujeres, los anticonceptivos orales les han cambiado la vida a mejor: el control sobre el ciclo nos permite una sexualidad más relajada, nos brinda el poder de decidir el momento del embarazo y nos hace, por fin, dueñas de nuestros cuerpos. Sin embargo, todo esto es ilusorio si miramos las secuelas que nos puede dejar el (ab)uso de los anticonceptivos: aumento de peso, trastornos de la regla hasta ausencia completa de ella, una vez dejamos de tomarlos, y, a largo plazo, el aumento de riesgo de padecer cáncer (sobre todo de mama y de útero, más sensibles a un desequilibrio hormonal).
El mismo discurso vale para las hormonas sustitutivas durante la pre-y menopausia. Rápidamente se prescriben hormonas para paliar una fenómeno absolutamente normal y natural. Aquí también, si pasamos más de cinco años tomando hormonas, el riesgo de enfermar de cáncer aumenta exponencial-mente. Por otro lado, los beneficios de las hormonas sintéticas en esta etapa son más que dudosos, ya que solo tranquilizan los síntomas menos peligrosos, aunque sí molestos, como sofocación o sudoraciones. NO previenen patologías cardiovasculares ni alivian cuadros depresivos.
Las mujeres somos un objetivo importante (y ¡codicioso!) de la medicina alopática. Pasamos a ser pacientes desde que nacemos: nos monitorean, vacunan de VPH, sugieren los anticonceptivos para "curar" acné, dolores de menstruación o el síndrome poliquísticos, nos mamografian y ecografían, y a partir de los 45 + nos venden la moto de las hormonas sustitutivas, porque cuando empiezas a acercarte a la edad "fatídica", de repente, corres riesgo de enfermarte de casi todo. Todas estas mal llamadas "prevenciones" no hacen más que enfermarnos: la repercusión de la vacuna VPH, de la que hablaré en mi próximo post, el acumulo de las radiaciones de la mamografías y ecografías, las hormonas de los anticonceptivos y la terapia sustitutiva, sin olvidar los medicamentos que ya prescriben sin mirar a la persona: Con que pases los cuarenta "toca" fármacos contra la hipertensión, el colesterol, para apoyar la tiroides y un largo etc. Todos estos puntos no suman, ¡potencian! el efecto nocivo.
La mejor opción sigue siendo dejar la naturaleza hacer su camino, aprender a escuchar su propio cuerpo, dejar que haya altibajos, permitir pequeños trastornos para que el organismo vuelva a su equilibrio y aceptar el transcurso del tiempo como algo natural.
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